Crónica de una niña reconociendo a su padre ausente.

Una alumna de 7 años no conoce a su padre. Desapareció cuando ella nació.

En clase se comporta de forma ausente: está sin estar. No se incluye en los juegos y le cuesta estudiar y estar disponible para el aprendizaje y para sus compañeros. Siempre que me ve, me llama papá.

-Yo no soy tu papá- le digo siempre. Ella juega y me dice: “Vale…” y, cuando se marcha, tras darme un abrazo, se despide diciéndome: “¡Adiós, Julián Papá!”.

Hoy, en clase, no quería jugar y, tras hacer una dinámicas de Pedagogía Sistémica, se puso a llorar. “Yo no conozco a mi papá”, me dijo.

En ese momento nos fuimos frente a un espejo y le dije: “¿En qué te pareces a tu Mamá?” y ella me dijo: “En los ojos, la nariz y la frente; las orejas son como las de mi abuela.” “¿Algo más?” “No.” “Bueno, mi vida. Todo eso que no sabes de quién es, es de tu papá. ¿Le ves?, ¿imaginas cómo es tu papá?”

Se quedó un rato largo mirando al espejo. Fue hermoso.

Después le di un abrazo y un beso y nos despedimos. No me llamó Julián Papá.

No es que tu hijo tenga hiperactividad. Es que nosotros somos hipoactivos.

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