El otro día vi a un padre hablando con otro sobre la adicción de su hijo a las redes sociales y el móvil. Ambos dos decían que sus hijos se pasaban todo el día enganchados al teléfono y que no estudiaban nada.
Me hizo recordar eso que los adultos siempre tenemos esa manía cancerígena de maltratar la infancia y volcar en los más débiles nuestras inseguridades.
Evidentemente, los padres tenían el teléfono en la mano y se justificaban diciendo: “Yo lo uso SOLO para trabajar”… mientras por dentro pensaba: Pobrecitos… mira cómo tratan de sacarse de encima la culpa….
Para ellos fue este escrito.
Espero que al leerle consigan ver a sus hijos desde otra mirada.
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Tú también te escondes en él.
Tú también escapas de este mundo que te sobrepasa.
De este mundo al que asistes con miedo y sudando soledad.
Tú también buscas una alquimia que te sonroje,
que te haga sentir un vibrar que te conecte con algo.
Aunque sabes que, en realidad,
sólo buscas un timbre
que te saque del barullo de la realidad indomable.
Del montón de cabos sueltos;
de las infinitas facturas que tu andar te entregó
y de las que no te hiciste cargo.
Y ahora gritan.
Y no sabes cómo callarlas
y las alimentas de vacío,
de caricias lisonjeras,
de idílicas escenas
que sólo, por un segundo,
te hacen sentir que “todo está guay”.
Tú también te escondes.
Buscas un latido al otro lado de la pantalla,
un “click” que te haga sentir que existes,
que perteneces,
que no estás solo
ni muerto,
que lo tuyo vale.
Y tratas de explicarte desmembrando a los demás,
señalando al niño que está conectado a la tablet.
Le señalas
y le juzgas
y le dices que está enganchado a una vida irreal.
Mientras en tu muro escribes:
“Ojalá algún día los niños dejen de estar conectados a ese mundo virtual”.
Esperando que alguien te acompañe
y le dé “me gusta”.
Y así le gustes a alguien.
Porque te gusta gustar.
Como a todos.
Como al niño que se sumerge en la tablet.
Como al adolescente que se pierde en la red.
Pero cuando tú publicas tu estado dices que no es por lo mismo,
dices que nada tiene que ver.
Y los demás adultos le dan al “me gusta”
Y así sientes que estás en lo cierto.
Que tu magnífica reflexión aportó cierta verdad.
Pero sabes que es mentira,
que sólo buscabas aprobación.
Quieres sentirte menos solo.
Como todos.
Como ellos.
Como él.
Sólo quieres sentir algo…
lo que sea…
pero algo…
Aunque sea una migaja;
una brisita destilada
del estallido inabarcable
que supone LA VIDA
cuando no existen pantallas
ni filtros
ni grandes hazañas.
Cuando vivir es conectar con la belleza eterna y clara
del latir simple y profundo
que vive tras las máscaras
que te invitan a agradar.
Y asistes como un mendigo
a este portal inerte
buscando salvarte de una muerte
que no sabes afrontar.
Sólo buscas sentir algo,
lo que sea…
Pero algo.