El maestro tiene más de poeta que de pensador.
Más de jardinero que de tecnócrata centinela.
El maestro tiene en sus manos una obra de arte.
Un diamante en bruto por espejar.
Es fácil romper el carbón hasta dar su corazón brillante.
Lo difícil es esperar a que se rompa por si su propio ritmo.
Lo difícil en educación
es
saber esperar
a que el otro llegue
donde tiene que llegar.
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Del borrador de mi próximo libro “La Educación de las Luciérnagas”